Sr. Timerman (Argentina): En primer lugar, qui‑
siera agradecer a la Ministra de Relaciones Exteriores
de Australia, Sra. Julie Bishop, la invitación a participar
en este debate y, por su intermedio, agradecer al Secre‑
tario General la exposición informativa que nos brinda‑
ra. Asimismo, saludo a mi colega de Luxemburgo y a los
altos representantes de Rwanda, la República de Corea
y Lituania.
Todos coincidimos en que hoy estamos frente a una
proliferación de actos terroristas que, aun cuando com‑
partan con los que sucedían en el pasado reciente la co‑
mún condición de ser contundentes manifestaciones de
violencia extrema, fundamentalismo radicalizado y una
desvalorización absoluta y cruel de la dignidad humana,
no obstante nos enfrentamos hoy —si se me permite uti‑
lizar esta expresión— a modalidades innovadoras que
conjugan la realidad de la crueldad con el horror virtual.
Las imágenes de decapitaciones que circulan por las re‑
des nos sitúan en tiempo real frente a lo que podríamos
caracterizar como la globalización virtual del horror, fe‑
nómeno que tiene como contracara la universalización
concreta del miedo, la incertidumbre y el temor.
La normalización mediática del horror y la ace‑
leración de la violencia extrema no pueden llevamos
a visualizar la respuesta militar como única o privile‑
giada opción para luchar contra el terrorismo en todas
sus formas y manifestaciones pues esta ya ha mostrado
sus limitaciones y fracasos. Asimismo, tenemos la res‑
ponsabilidad, frente a una humanidad que se pretende
quede paralizada por el espanto, de trabajar por la plena
vigencia del estado de derecho en cada uno de nuestros
países y de asumir la imperativa necesidad de cons‑
truir un orden mundial equilibrado y justo, basado en
el multilateralismo real y la cooperación porque, si bien
en el pasado reciente ningún país podía considerarse a
sí mismo inmune frente a la posibilidad de ser víctima
de actos terroristas, hoy esta amenaza es más clara que
nunca y son más necesarios que antes la implementa‑
ción y el fortalecimiento de mecanismos de cooperación
eficaces, basados en el respeto mutuo.
Aun cuando la comunidad internacional todavía
no haya llegado a una definición universalmente acor‑
dada del terrorismo, sí es posible identificar qué actos
son los que la comunidad internacional condena. Nos
sumamos, por tanto, a la condena al terrorismo en todas
sus formas y manifestaciones, porque se trata de una de
las amenazas más graves a la paz y la seguridad inter‑
nacionales, así como a la dignidad humana, a la convi‑
vencia pacífica, a la consolidación de la democracia y al
desarrollo económico y social de las naciones.
La Argentina es uno de los numerosos países que
han sufrido en forma directa el terrorismo.
Primero, nuestra sociedad, desde 1976 hasta fines
de 1983, fue víctima de actos terroristas perpetrados des‑
de y con el aparato del Estado por la más salvaje dic‑
tadura cívico-militar que hayamos vivido, responsable
de crímenes atroces y crímenes de lesa humanidad. La
persecución de personas que sustentaban ideologías con‑
sideradas subversivas o potencialmente subversivas o
simplemente peligrosas se tradujo en un plan sistemático
de exterminio y aniquilación de más de 30.000 perso‑
nas que, por sus ideas políticas, su activismo social, sus
creencias religiosas, pertenencia de clase, identidad ét‑
nica u orientación sexual fueron víctimas de la violencia
genocida de un conservadurismo fundamentalista, inspi‑
rado en la doctrina de la seguridad nacional y entrenado
por importantes centros de poder que, en el marco de la
Guerra Fría, impedían el avance y la consolidación de la
democracia, el pluralismo, la tolerancia y la paz.
Segundo, vivimos en carne propia la deshumaniza‑
da y terrible acción de grupos terroristas foráneos que,
movidos por el odio, el fanatismo y la destrucción, come‑
tieron dos atentados terroristas, en 1992 y 1994, contra
el centro comunitario judío llamado AMIA (Asociación
Mutual Israelita) y la Embajada de Israel en Buenos Aires.
Tal como dijera en este Consejo de Seguridad en el mes
de septiembre la Presidenta de la Nación Argentina (véase
S/PV.7272): “... la República Argentina, junto con los Es‑
tados Unidos de Norteamérica, son los dos únicos países
del continente americano que han sido objeto de salvajes
atentados terroristas”. Esas dolorosas experiencias, así
como los numerosos actos terroristas perpetrados desde
entonces, reafirmaron la convicción de la Argentina de
que la respuesta frente a los actos terroristas no puede ni
debe ser exclusivamente militar, sino que debe basarse en
un enfoque comprehensivo, como el reflejado en la Estra‑
tegia Global de las Naciones Unidas contra el Terrorismo.
Asimismo, quisiera expresar la convicción de mi
país de que el terrorismo debe combatirse en el marco
del estado de derecho y del respeto del debido proceso.
En efecto, es necesario que las medidas que los Esta‑
dos adopten para combatir el terrorismo respeten cabal‑
mente el derecho internacional, en particular el derecho
internacional de derechos humanos, el derecho interna‑
cional humanitario y el derecho de los refugiados. Estas
medidas deben también respetar los propósitos y prin‑
cipios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas,
como la soberanía, la integridad territorial, la indepen‑
dencia política de los Estados y el principio de la no
intervención en los asuntos internos.
De la misma manera, la Argentina aboga por el
respeto del debido proceso en la labor de este Consejo.
La creación de la Oficina del Ombudsman representó un
avance sustantivo en este sentido, pero los Miembros de
esta Organización siguen planteando inquietudes relati‑
vas a las garantías procesales. Uno de los motivos más
importantes de preocupación es que el mandato del Om‑
budsman abarca solamente a los individuos incluidos en
la Lista relativa a las sanciones contra Al-Qaida. La Ar‑
gentina aboga por la ampliación del mandato de dicha
Oficina a todos los Comités de Sanciones de este Consejo.
La Argentina es parte en los 13 instrumentos jurí‑
dicos adoptados para combatir el terrorismo y ha tomado
medidas internas para la aplicación de dichos instrumen‑
tos y de las resoluciones 1373 (2001) y 1624 (2005) del
Consejo. Además, junto con su país, Sra. Presidenta, y
numerosos otros, la Argentina fue uno de los impulsores
del Tratado sobre el Comercio de Armas, que entrará en
vigor el próximo 24 de diciembre. Uno de los propósitos
del Tratado es evitar la transferencia de armas a quienes
violan los derechos humanos y a quienes cometen crí‑
menes de lesa humanidad, así como reducir el riesgo de
desvío de las armas hacia el mercado ilegal, con la po‑
sibilidad de que terminen en manos de grupos terroris‑
tas o criminales. Por ello, alentamos a todos los Estados
Miembros, en particular, a los miembros del Consejo,
a ratificar el Tratado, en tanto que ello significará una
contribución efectiva a la seguridad de nuestros países.
Quisiera mencionar que durante la negociación del
Tratado, la Argentina, al igual que un número importan‑
te de delegaciones, propugnó que también se prohibiera
la venta de armas a actores no estatales no autorizados.
Lamentablemente, no se logró consenso para incluir tal
prohibición en el momento de la aprobación del Trata‑
do, pero la Argentina alberga la esperanza de que en
el futuro las partes en el Tratado la consideren favo‑
rablemente, por tratarse de un elemento que permitiría
evitar transferencias de armas que pueden contribuir a
alimentar conflictos en distintas partes del mundo. La
realidad nos muestra que debido a la decisión de algu‑
nos países de armar a los que definen como “freedom
fighters” hoy, mañana serán estos los terroristas a quie‑
nes intentan combatir.
Es claro que las 13 convenciones sobre el combate
del terrorismo nos obligan, entre otras cosas, a evitar
que los grupos terroristas accedan a los recursos y al fi‑
nanciamiento que facilitan su accionar. También es cla‑
ro que las resoluciones del Consejo nos obligan a evitar
que los individuos, grupos y entidades asociados con
Al-Qaida tengan acceso a armas y material relacionado.
La Argentina entiende que es menester que los Estados
se abstengan de enviar armas a zonas en conflicto, por‑
que ello solo contribuye a incrementar su intensidad y
duración, y a poner en riesgo a la población civil.
La Argentina está convencida de que las Naciones
Unidas, en tanto que piedra angular del sistema multi‑
lateral, deben ser la Organización que lidere la acción
de los Estados en materia de lucha contra el terrorismo.
Valoramos la contribución que puedan realizar otros fo‑
ros o iniciativas. Sin embargo, esta es la Organización
que tiene la responsabilidad primaria del mantenimien‑
to de la paz y la seguridad internacionales. Asimismo,
la representación universal que ella provee asegura
tanto la participación de todos los Estados Miembros,
en igualdad de condiciones, como la legitimidad de las
decisiones reflejadas en normas, directrices o buenas
prácticas. La Argentina tiene la convicción de que la
acción multilateral, a través de las Naciones Unidas,
conforme los principios de la Organización, nos permi‑
tirá enfrentar la amenaza del terrorismo y alcanzar un
mundo más seguro para todos.