Sr. Presidente: Gracias
por organizar esta sesión sobre el estado de la situación
de la crisis producto del brote del Ébola en África Occi‑
dental. Gracias también, y un especial reconocimiento,
al Representante Especial y Jefe de la Misión de las Na‑
ciones Unidas para la Respuesta de Emergencia al Ébo‑
la (UNMEER) Anthony Banbury, al Sr. David Nabarro,
al Jefe de la Cruz Roja de Francia en Guinea, Thomas
Mauget. Gracias por los informes y sobre todo por su
compromiso, y expresamos toda nuestra admiración por
el trabajo que están llevando adelante para intentar fre‑
nar esta grave epidemia.
Como todos, expresamos nuestro hondo pesar y soli‑
daridad con las familias y países de las miles de víctimas.
Sin duda, desde nuestra primera reunión que sos‑
tuvimos con la Jefa de Gabinete del Secretario General,
Sra. Susana Malcorra, y con el Sr. Anthony Banbury, nos
quedó claro que estábamos frente a una situación en que
nos exigía tomar conciencia de que la respuesta debía
ser urgente porque estaban en juegos miles de miles de
vidas en los países del África Occidental. Desde aquella
primera reunión, este Consejo no podía no tomar con‑
ciencia de que era imprescindible cooperar de distinta
manera con lo que cada país tiene, pero cooperar para
tratar a las personas, evitar la transmisión del contagio
en la región, en el mundo, y que deberíamos evitar co‑
meter el error del egoísmo, de la indiferencia, del estig‑
ma, la discriminación, del aislamiento, aislamiento que
podría expresarse en frenar el comercio, cerrar fronte‑
ras, suspender transporte, o no permitir ingresos a nues‑
tros países de personas que proviniese de esas regiones.
Creo realmente que no solo este Consejo lo ha en‑
tendido y lo ha asumido así, sino que con todo lo que fal‑
ta, creo que el mundo entero ha tomado la conciencia de
esta urgente necesidad, y que si tal vez aparecen algunos
síntomas de egoísmo o de falta de cooperación, no es lo
que más se ve ni en la realidad, en las redes sociales ni
en el estado de ánimo de conciencia de un mundo globa‑
lizado, que conciba la epidemia del Ébola no únicamente
como un problema de salud sino, tal como se ha plantea‑
do, tal como lo entendemos, como una realidad multidi‑
mensional que está teniendo terribles consecuencias a ni‑
vel humanitario, económico, cultural, social y justo allí,
en países que venían poniendo toda su capacidad, su inte‑
ligencia, su coraje y sus esperanzas en un proceso de de‑
sarrollo humano, social y económico en los últimos años.
Sin duda, creo que el Consejo de Seguridad, al re‑
cibir estos informes, también recibimos que la urgencia
es tan nítida como clara, que la cooperación es clave, no
hay alternativa a no cooperar. Cada uno con lo que pue‑
de, con lo que vive. Pero también son inciertas muchas
de las situaciones posibles de esta crisis tan compleja,
las proyecciones macroeconómicas, los impactos finan‑
cieros, cuánto se va a necesitar. Porque, sin duda, no se
puede hacer una línea recta con la proyección de cuán‑
tos millones de dólares se van a necesitar hacia fines de
2015, si no sabemos cómo va seguir evolucionando o in‑
volucionando esta dramática situación ni tampoco cuáles
son las consecuencias, las externalidades provocadas por
esta crisis no solo sanitaria del Ébola. Con lo cual, decir
que el Banco Mundial señala que el impacto de la crisis
puede alcanzar los 4.000 millones de dólares a finales
de 2015, o como dijo la Embajadora de Jordania de que tal
vez llegue a 36.000 millones de dólares los daños si uno
toma la línea de tiempo de 2016 y 2017. Lo único cierto,
lo único evidente, es que hay víctimas, que el temor hay
que transformarlo en solidaridad y que, como entendi‑
mos, desde el primer día en que tuvimos una reunión de
urgencia sobre este tema (S/PV.7268), que responder es
urgente, que responder de manera coordinada es necesa‑
rio, que responder cooperando es imprescindible.
Inclusive, creo que escuchamos hace poco al Re‑
lator Especial de las Naciones Unidas sobre el derecho
a la alimentación, y que el brote del Ébola también ha
tenido graves consecuencias en la producción agrícola,
de la cual dependen dos tercios de la población de África
Occidental, con lo cual también podríamos incorporar
en un horizonte, que tiene como certeza que debemos
cooperar y actuar urgentemente en cuanto a la incerti‑
dumbre del hambre.
Quiero expresar nuestro respeto a las sociedades
de los países de África Occidental a sus gobiernos por‑
que, realmente, no es una estadística, ni siquiera un
ejercicio intelectual el decir que nuestra solidaridad
debe ser entendida como cooperación y con urgencia.
Realmente entendemos los esfuerzos que han hecho to‑
dos estos países para salir de la pobreza y de la exclu‑
sión. En este sentido, también quiero expresar nuestro
respeto a quienes están trabajando en el corazón de la
epidemia para frenar este flagelo, subrayar el aporte que
están haciendo muchos países y muchas organizaciones
regionales e internacionales, destacar el compromiso de
los distintos organismos de nuestra Organización de las
Naciones Unidas, así como el liderazgo demostrado por
el Secretario General, organizaciones como Médicos
sin Fronteras y la Cruz Roja, entre otros.
Creo que una médica argentina que trabaja volunta‑
riamente en Médicos sin Fronteras, Carolina Nanclares,
que está en el territorio, hablaba claramente de cuáles son
los desafíos logísticos, porque a veces decimos desafíos
logísticos y nos parecen grandes inversiones, aparatos
sofisticados. La doctora Carolina Nanclares, muy joven,
contó hace poco en una entrevista que se había enterado
de la existencia de personas infectadas con el virus en
una localidad a la que solo podía llegarse cruzando un
río desde el pueblo más cercano por el cual hacía 25 años
que no cruzaba ni un solo vehículo. Creo entonces que ahí
entendemos que también frente a los sistemas complejos,
por ejemplo, para el tratamiento de aquellas personas in‑
fectadas con este virus también tenemos que pensar en la
vida cotidiana, que reproduce la posibilidad de que más
personas sean víctimas de las tecnocracias y no del Ébola.
Para finalizar, quiero reconocer la cooperación que
relataba el Representante Permanente de China y la de
todos los países. ¿Por qué rescato lo escuchado del Re‑
presentante Permanente de China? Porque hablaba de que
también están invirtiendo distintos países y organizacio‑
nes en el mediano y el largo plazo mientras estamos en
la urgencia. También quiero reconocer la decisión de los
Estados Unidos de poner a disposición un centro de trata‑
miento de máxima capacidad para asistir a los países que
aportan contingentes y fuerzas de policía.
Lo digo porque esto nos ha servido en nuestro país
para luchar contra el prejuicio, el miedo, la discrimi‑
nación, y muchas veces también tenemos que pedirles
a los medios de comunicación responsabilidad, la ética
de la responsabilidad. En efecto, a partir de poder decir
mire, va a haber un centro de tratamiento para nues‑
tros contingentes, nuestras fuerzas de policía que están,
como en el caso de la Argentina en el terreno, formando
parte de la Misión de las Naciones Unidas en Liberia
hay también un espacio para cuidarlos, y así se vence el
miedo, cooperando; así se derrota al prejuicio, mostran‑
do que no se es indiferente hacia las personas que están
en el terreno en las misiones de las Naciones Unidas.
Sé que en el Grupo de los 20 (G-20) la Argentina,
y su país, Sr. Presidente, como miembros de ese grupo,
han participado sin duda de las decisiones tomadas por
los jefes de Estado para cooperar, pero puedo decir que
la Argentina pudo cooperar, y no voy a decir en cuánto,
sino que cooperamos con conocimiento, conocimiento
que surgió en un instituto de enfermedades virales, un
instituto del Estado que había desarrollado una técnica
para tratar la fiebre hemorrágica conocida como mal de
rastrojos en la Argentina, y que los investigadores de
este instituto público de investigación de enfermedades
virales vieron la posibilidad de transferir este conoci‑
miento para el Ébola y que consiste en la utilización de
un concentrado de los anticuerpos de los pacientes ya
recuperados para tratar a las personas enfermas.
Se transfirió este conocimiento y sus protocolos los
tomó la Organización Mundial de la Salud, y no sé si es
mucho, pero creo que es útil porque este tratamiento, esta
arena de conocimiento, fue, por ejemplo, el que se usó
para el tratamiento que se dio la enfermera española Te‑
resa Romero, que se curó del Ébola recibiendo suero de
una religiosa que había contraído previamente el virus.
Es fundamental seguir de cerca este tema, que el
Consejo de Seguridad acompañe a la Misión de las Na‑
ciones Unidas para la Respuesta de Emergencia al Ébola
en el ámbito de nuestras competencias, que las misiones
en el terreno cuenten con toda la capacidad necesaria
para hacer frente a esta inédita y grave situación, y a los
desafíos que le presenta a toda la humanidad.
Quiero terminar porque he escuchado atentamen‑
te, como siempre, a todos, pero la Representante Per‑
manente de los Estados Unidos puso una dimensión in‑
tangible, que es la cultural, la subjetiva, y nos lo había
dicho el Sr. Ladsous el primer día. No se trata de po‑
nerse un barbijo, y que con esto uno se salva del conta‑
gio. Se trata de algo más profundo: se trata de no poder
acariciar, de no poder abrazar, de no poder besar, de no
poder cuidar, y por esto, Sr. Presidente, mis respetuo‑
sos saludos a su Ministra de Relaciones Exteriores, la
Sra. Julie Bishop, cuando dijo: son más las mujeres. Sí,
tradicionalmente en todo el mundo, las mujeres somos
responsables de la tarea del cuidado. Realmente, quiero
expresar mi solidaridad con esas mujeres del cuidado,
porque, mirando a la Representante Permanente de Li‑
beria, digo: Vaya, a qué desafío enfrenta esta epidemia
a toda la humanidad y a las mujeres; a no acariciar, a no
besar, a no abrazar. Por eso, la cooperación no es una
alternativa; es un imperativo. Por eso, que asumamos la
urgencia no es una opción; es un grito de la humanidad.