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Simposio sobre Cooperación Internacional contra el Terrorismo

Señoras y Señores,

Quisiera agradecer al Secretario General por la invitación a participar en este relevante Simposio sobre Cooperación Internacional contra el Terrorismo. Es un honor compartir este espacio de reflexión con tan distinguidos disertantes.

El terrorismo constituye una amenaza a la vida y dignidad humanas, a la convivencia pacífica y civilizada y a la paz y seguridad internacionales. Considero que la aproximación integral al problema no es solamente la más apropiada, sino la única con posibilidades de éxito, si es que no queremos tirar por la borda siglos de progreso en la consagración de derechos y garantías universales. Es que, al fin y al cabo, no se trata de analizar la cuestión desde el conflicto de intereses sean nacionales o sectoriales, sino, especialmente, se trata de un choque entre la humanidad del diálogo y la tolerancia, versus la humanidad del odio y la violencia.

La Argentina condena el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones. Estamos convencidos de que para combatirlo resulta indispensable una activa participación y colaboración de toda la comunidad internacional, así como una cooperación orgánica y permanente, jurídicamente legítima y basada en el absoluto respeto del derecho internacional, del derecho internacional humanitario, del derecho internacional de los derechos humanos y de los propósitos y principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas.

La experiencia argentina a partir del padecimiento del terrorismo de Estado ha hecho de mi país un actor muy activo en la promoción de los Derechos Humanos como un valor universal, el aprendizaje que nos dejó la tragedia que representó la última dictadura es un importante aporte a la discusión tratada previamente en la sesión sobre “Promoción de los derechos humanos y del estado de derecho en la lucha contra el terrorismo”.

No dudamos que el terrorismo debe combatirse en el marco del estado de derecho y respeto de las garantías fundamentales. Aborrecemos la idea de que las violaciones de los derechos humanos son admisibles en determinadas circunstancias. Es valido preguntarnos que implica un mayor retroceso en nuestra lucha contra el terrorismo: el hecho de que un terrorista logre ejecutar su acto criminal, ó cuando para enfrentarlo elegimos descender a su mismo nivel de construcción ideológica.

Es en ese marco que mi país ratifica su compromiso con la Estrategia Global contra el Terrorismo de las Naciones Unidas, y reitera su determinación de aplicar sus principios y desarrollar todas sus medidas como la vía más eficaz para acabar con esta amenaza. No nos queda otra opción, y lo celebro, pues la Argentina ha incorporado a su legislación las principales convenciones internacionales sobre Derechos Humanos y les ha otorgado la misma jerarquía que sus preceptos constitucionales. Del mismo modo, ha aceptado la competencia de los órganos internacionales y regionales de control en la materia.

Saludamos entonces el trabajo realizado por el Equipo del Secretario General de Naciones Unidas, en su tarea de difundir y coordinar la labor del sistema de Naciones Unidas para la aplicación integral de la Estrategia que incluye apoyar el fortalecimiento de la capacidad operacional de la Oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos.

Como señalara el Relator Especial Martin Scheinin en un informe reciente, el respeto de los derechos humanos es necesario para hacer frente a las condiciones que propician el terrorismo, y la eficacia de las medidas antiterroristas se refuerzan mutuamente con la protección de los derechos humanos.

Cuando un Estado luego de sufrir uno o varios atentados terroristas se aparta de las leyes nacionales e internacionales, del sistema jurídico que los británicos tan bellamente describen como el rule of law, degradan sus instituciones, convierten a sus pacíficos ciudadanos en hordas sedientas de venganza que celebran la muerte del enemigo. Y así el terrorista, en su muerte, logra revelar la violencia de su enemigo elegido logrando una legitimización de su propia violencia.

La democracia puede sobrevivir al terrorismo pero perece cuando un sólo ser humano es torturado o secuestrado. Cuando la justicia es reemplazada por ordenes secretas cumplidas en centros clandestinos u operaciones ilegales.


Señoras y Señores,

La Argentina ha sufrido en forma directa el terrorismo internacional, habiendo sido víctima de dos gravísimos atentados perpetrados en la ciudad de Buenos Aires. El primero de ellos, el 17 de marzo de 1992 en la Embajada de Israel, y el segundo, el 18 de julio de 1994 en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

Estos atentados cobraron la vida de más de un centenar de inocentes cuya memoria honramos, y dejaron un gran número de víctimas sobrevivientes y de familiares que enfrentan el camino de una difícil recuperación y de una ardua reconstrucción de sus proyectos de vida.

En este sentido, coincidimos con el Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon, quien, en el “Simposio sobre apoyo a las víctimas del terrorismo”, celebrado en el marco de la Estrategia Global Contra el Terrorismo, señaló que “la construcción de una cultura global tendiente a superar el terrorismo depende de nuestra capacidad de darle un rostro humano a las graves consecuencias de este flagelo”. Los rostros humanos de quienes perdieron padres, hijos y hermanos en los feroces atentados en Buenos Aires integrarán la delegación argentina que acompañará la intervención de la Presidenta Cristina Kirchner, cuando se dirija pasado mañana a la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Mi Gobierno día a día compromete todos sus esfuerzos y recursos para alcanzar la verdad y juzgar a los responsables, tanto del terrorismo de Estado como del terrorismo internacional.

Por supuesto que no es fácil, por un lado la dictadura dejó instituciones de seguridad y de justicia devastadas, además de fuertes intereses que propiciaron amnistías e indultos luego derogados en 2003. Más de 30 años después de que se perpetraran los crímenes, se siguen iniciando en la Argentina causas judiciales referidas a actos cometidos durante la dictadura.

A su vez, los atentados terroristas que sufrimos en los años 90 siguen siendo una herida abierta en toda la sociedad argentina, sabemos que el progreso de los últimos años en la causa AMIA no alcanza y es por ello que todos los años llamamos a Irán a cooperar con la Justicia Argentina.

A pesar del tiempo transcurrido, de los adelantos y retrocesos, de la frustración de ver libres a nuestros victimarios, los argentinos podemos estar orgullosos que nunca olvidamos a nuestras víctimas, que siempre y cada día trabajamos para que las víctimas y sus verdugos reciban justicia y, por sobre todo, estamos orgullosos que jamás hubo un acto de venganza, jamás atacamos a nadie, nigún civil ni militar fue agredido, nadie fue secuestrado ni torturado ni detenido ilegalmente en nuestra lucha contra el terrorismo.

En definitiva somos concientes que no hay derechos humanos, imperio de la ley y valores democráticos sólo para los inocentes. O hay para todos o, lamentablemente, no hay para nadie. No nos motiva la animosidad ni los sentimientos de venganza, sino la lucha contra la impunidad, en favor de la verdad, la justicia y la memoria.

Muchas gracias.

Misión Permanente Argentina ante Las Naciones Unidas